Situación: Castelldefels, Barcelona
Proyecto: 2013-2014
Obra: 2014-2016
Superfície construida: 180 m2
Colaboradores: Maya Torres, Blai Cabrero, Xavier Mallorquí, Andrei Mihalache, Carla Piñol
Fotografía: Adrià Goula
Premios: Seleccionado a los ‘Premios FAD 2017’
Un pimentero. En uno de los lados de la parcel·la había un árbol muy grande, muy bonito, de hoja perenne. Cerca, la valla con uno de los vecinos estaba totalmente cubierta por una gran buganvilla i por otras variedades de enredaderas, un rincón muy agradable i con mucho carácter, la única parte preservada del jardín de una antigua guardería. En aquella misma zona, también había otro árbol, diferentes arbustos i una pequeña palmera. En el resto de la parcela, casi no quedaba nada pero disfrutaba de algunos árboles que asomaban por detrás de las parcelas vecinas.
La parcela está situada en un barrio de baja densidad, próximo al centro de Castelldefels, dónde la mayoría de las construcciones vecinas tienen bastantes años y por tanto, se han ido consolidando jardines con mucha vegetación.
La propuesta intenta aprovechar y potenciar los elementos preexistentes en la parcela como las cercas divisorias con los vecinos, las diferentes especies vegetales perimetrales, enredaderas, grupos de plantas arbustivas y sobretodo un gran árbol, el falso pimentero, que está ubicado en la mitad Sureste de la parcela.
La casa se articula en relación a estas preexistencias perimetrales y especialmente, alrededor del gran pimentero, desarollándose únicamente en planta baja intentando no competir con la altura del pimentero, para estar siempre por debajo en una relación de escala humana y a su vez, buscando siempre una relación directa y franca con el jardín y su perímetro.
Un jardín que, en lugar de ser un añadido de la casa, pasa a rodearla i a ser parte integral de la experiencia, intentando lograr que el jardín y la casa formen un único conjunto. Así, la organización de la casa tiene mucho que ver con el tipo de relación que cada parte establece con el jardín.
La importante presencia del pimentero y algunos otros árboles situados en parcelas vecinas, todos ellos de hoja perenne, crean mucha sombra sobre la parcela quedando demasiado protegida del sol en invierno. Después de analizar la incidencia del sol directo sobre la casa, se identificó que era difícil capturar suficiente radiación a través de la fachada, por lo que se optó por captar la radiación solar por la cubierta. De esta necesidad surgieron los dos espacios más singulares de la casa: el comedor y el estudio que, gracias a la inclinación puntual y direccionada de la cubierta, configuran unos ámbitos más altos, coronados por unas grandes vidrieras superiores que permiten captar luz natural, radiación solar en invierno, y crear sombra y ventilación en verano.
Estos espacios, además de su potencial bioclimático, son los que estructuran todos los otros, organizando las circulaciones y estableciendo relaciones más complejas entre ellos. Alrededor del comedor y de la chimenea se agrupan la cocina, el lavadero, un baño y la habitación del piano; mientras que rodeando el estudio se concentran las habitaciones y un segundo baño.
Desde estos espacios nos podemos relacionar visualmente con el exterior por la cubierta o indirectamente a través de las otras piezas creando secuencias de diferentes cualidades e intensidades de luz que matizan y degradan el paso de dentro a fuera, y que a lo largo del día, y según la incidencia solar, van singularizando alternativamente las habitaciones favoreciendo así la diversidad de ambientes.
Gracias a la rotación de una de las piezas aparece una grieta que interrumpe la continuidad de la fachada, rompe con el sistema de patios centrales y permite al jardín entrar dentro la casa. Es a través de estas interrupciones que se accede y por lo tanto, los espacios centrales se convierten en espacios de transición entre el interior y el exterior, patios y recibidores al mismo tiempo.
Este giro, la abundància de luz natural que entra por los lucernarios superiores sumado al pavimento cerámico más tosco y natural, acaba de dar una atmósfera más de exterior, de patio o de extensión del jardín en lugar de las otras habitacions que son más convencionales, tanto por sus proporciones como por el tratamiento de la luz y acabados. El comedor y el estudio conservan acabados y texturas de la fachada y por lo tanto, a pesar de ser interiores nos recuerdan o transportan al exterior, mientras que en las habitaciones perimetrales todos los acabados son revestimientos contínuos mucho más propios de un interior.
La organización en doble cruz del edificio, además de posibilitar la centralidad de los espacios principales sirve para reforzar la autonomia de cada pieza respecto al conjunto de la casa, de manera que todos los espacios establecen una relación muy generosa y particular con el jardín. Su disposición poco compacta, con mucha fachada, convierte las habitaciones en cajas rodeadas de jardín; al mismo tiempo que las rodea, las separa unas respecto las otras y únicamente se comunican entre ellas a través de los espacios centrales, que por sus características bioclimáticas, en muchos momentos se comportan como una extensión interior del jardín.
Desde el exterior la disposición en cruz consigue fragmentar el jardín perimetral en espacios más acotados y recogidos como si fueran piezas exteriores. Los espacios que resultan de la tensión entre la geometría de la casa y el perímetro de la parcela son como una segunda casa en el exterior. De hecho, el mayor espacio de la casa se encuentra fuera de ella, en el exterior, entre los muros de las cajas y debajo la gran copa del árbol existente, como si toda la casa se hubiera sometido al árbol y su sombra.
Los muros que configuran las cajas son siempre gruesos porque resuelven en una única capa la estructura del edificio y su comportamiento térmico de manera que no podemos diferenciar las fachadas de la estructura de los cerramientos interiores. Es un único muro que se va plegando y desplegando, creando la distribución a partir de una misma solución constructiva. Un muro suficientemente grueso para ser autoestable, suficientemente denso para soportar los forjados, pero a la vez suficientemente ligero para ser el aislamiento térmico de la casa. Una solución mono-hoja, a partir de una pieza de bloque cerámico de arcilla aligerada (Poroton-Planziegel T-10, de Wienerberger) de 30 cm. de grueso que tiene una transmitancia térmica muy baja, y a su vez, dota la casa de mucha inercia térmica. La combinación de aislamiento e inercia térmica en una misma capa permite regular y optimizar de manera pasiva el intercambio higrotérmico entre el interior y el exterior y garantiza unos niveles de confort muy altos durante todo el año.
El muro se organiza por franjas horizontales, en aquellas zonas donde las exigencias térmicas no son tan estrictas, combinando diferentes modelos de bloque de arcilla aligerada más económica para ir respondiendo caso por caso a los diferentes requerimientos constructivos a partir de sus formatos y sus propiedades térmicas y portantes.
Por encima de este muro la cubierta es plana y únicamente sobresalen las cubiertas de los espacios centrales que se inclinan y desmarcan de la estructura con una materialidad exterior muy ligera, propia de un lucernario y que, por contra, cubren el espacio interior con una losa de hormigón pesada, con mucha inercia térmica que acentúa la ligereza de los cerramientos practicables del lucernario. El acabado, un poco reflejado en la losa, consigue una mayor difusión de la luz natural a la vez que en determinados momentos refleja el verde de la vegetación exterior logrando una cierta desmaterialización de la cubierta y haciendo más presente el gran árbol en el interior de la casa.
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